quinta-feira, 27 de setembro de 2018

[Conto] Espontaneidad, de Sebastian Ocampos


Espontaneidad*



¿Quieres? Al parecer, a veces todo se resume a esta pregunta. ¿O no? Cuando subió, caminó a paso lento, como si estudiara cada movimiento, y se sentó dos lugares antes de llegar al fondo, donde yo me encontraba. Entre ambos había un asiento para dos personas. Luego ella se puso de pie y, con los grandes y oscuros ojos, fijos en los míos, se sentó en el lugar que antes servía de límite entre nosotros. Yo viajaba pensando en ti, siempre en ti. Lo digo en serio. No te burles. Estoy tratando de contarte lo que me ocurrió de mañana. Mi mirada estaba anclada en la nada cuando ella se volvió a mí y, con unas galletitas de salvado en la mano derecha blanca, pequeña, preguntó: ¿Quieres? Imagina qué le respondí. Sí... gracias. ¡Qué fácil lo puede hacer una mujer! Cuando yo te pregunté si querías estar conmigo, todo se complicó. En cambio, si tú lo hubieras hecho... Entre palabras, risas, miradas y galletitas, la invité al departamento. Era una colegiala. Ésas aceptan antes de que se las invite. Cuando entramos, se dedicó a pasarle la vista a lo que se encontraba allí: libros, fotografías, discos, cuadros, afiches de filmes..., sin darle importancia a nada. Preguntó qué haríamos. Nada que no quieras, contesté. No sabía qué ofrecerle. Hacía tanto tiempo que no estaba con mujeres menores de edad. ¿Menores de edad? Sí, menores de edad que yo. Debo aceptarlo: estoy maduro, ¿o mablando? No lo sé. Me parece que estoy más blando, pues me siento más tierno, suave y… aunque sea innecesario decírtelo, ando cediendo con más facilidad al tacto. Tomé dos cervezas de la heladera e invité una a la chica. La aceptó. Ya lo dije: aceptan antes de que... Puse el Urban Hymns en la disquera del equipo de sonido. Las canciones de ese álbum podrían ser la banda sonora de mi vida. Bitter Sweet Symphony se hacía oír con suavidad. Ella la escuchó y murmuró que The Verve le encantaba. La miré y seguí bebiendo la cerveza a sorbos. El track uno terminó y las primeras notas de Sonnet ambientaron la sala. Me acerqué a ella, ansiosa en una esquina del sofá, y deslicé mis ojos por su cuerpo. Es bastante linda, pensé. Sonreía tontamente, como toda adolescente. Levanté el brazo derecho y mi mano se dirigió hacia su rostro bonito, tierno, quizá aún inocente, para acariciarlo y ella lo acercó y... ¿Qué? ¿Sucedió algo más? No… nada. Rechacé las galletitas. ¿Te das cuenta de que soy espontáneo? Puedo contar natural y fácilmente una historia inventada. Tú no podrías hacer esto. Eres inespontánea. ¿Inespontánea? No suena mal. Es más, me gusta la palabra. No me mires así, por favor. Sólo es una broma. Mejor escuchamos un disco, ¿sí? Tengo ganas del Urban Hymns. Primero Lucky Man… soy muy afortunado por estar contigo ahora. Esperé demasiado tiempo tu respuesta. Tengo que... debo contarte algo: no eres el único afortunado. Ayer, cuando salí del trabajo, fui a la vinatería de tu amigo. No te enojes. Estaba estresadísima. Sólo quería beber un poquito de sauvignon blanc y largarme, porque estaba realmente muerta. Entré y me senté. Al rato, tu amigo se acercó a mi mesa con una botella y dos copas, ofreciéndome una, ya cargada. ¿Quieres?, me dijo. Simpático, ¿no? Tienes razón: a veces todo se resume a esa pregunta. Me miraba como nadie lo había hecho antes. Él no sabe que nosotros empezamos una relación, ¿verdad? Sentí que me temblaban los ojos y traté de decirle que no quería. No sé por qué no le dije nada. Me fijé en el vino y…, no lo creerás, ¡era un pinot noir! Te dije que no lo creerías. ¡Un pinot noir! Y tú, mejor que los demás, sabes cuánto me gusta ese vino. Es de-li-cio-so. Mi paladar se negó a rechazarlo. Mientras conversábamos tomábamos y el estrés que me estaba matando desapareció por completo. Ya me sentía un poco ebria al acabar la botella. Él lo notó y me invitó a su casa, a pocas cuadras. Fuimos caminando. Al llegar quiso besarme... Y sabes que cuando estoy ebria me dejo llevar; en nada pienso, sólo me dejo llevar. No pude resistirme. No quería resistirme. Entramos abrazados y besándonos como si fuéramos los amantes más ardientes del mundo. Él trataba de desvestirme y lo hacía muy bien... Yo no lo detuve. Espera un momento. Suficiente. ¿Estás contándome así, como si nada, que ayer estuviste con mi amigo? No... en realidad, nada de eso pasó. Ayer, cuando salí del trabajo, fui directo a casa. ¿Te sigo pareciendo inespontánea?

* Primer cuento del libro Espontaneidad (Editorial Y, Fondec, 2014).



Sebastian Ocampos, nació en Asunción, Paraguay, 1984. Escritor y editor. Director fundador de la RevistaY.com y el Taller de Escritura Semiomnisciente (TES). Presidente de la Asociación Literaria Arandu (ALA) y coordinador general del Foro Internacional del Libro de Asunción 2018. Autor de Espontaneidad (2014), libro que reúne cuentos premiados, traducidos y publicados en periódicos, revistas y antologías nacionales e internacionales. Jurado de concursos literarios locales y regionales, entre los que cabe destacar el Premio Municipal de Literatura 2018 y Premio Itaú de Cuento Digital 2017. Expositor invitado de universidades, mercados y centros culturales, foros y ferias internacionales del libro de Paraguay, Argentina, Colombia y Rep. Dominicana. En 2017 fue seleccionado como uno de los veintitrés escritores jóvenes de América para el ProyectoArraigo.com.




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