segunda-feira, 16 de janeiro de 2017

[Conto] Un ladrón, por Edwin Madrid

YO ESTABA DURMIENDO calladito, el ladrón abrió la puerta con la llave maestra que tienen todos los ladrones. Dormía a pierna suelta, el sueño es una cosa más bonita que un ladrón, pero él empezó a andar en puntillas, doblando la punta de sus zapatos de goma, no hacía ningún ruido, se imaginaba que yo dormía a pierna suelta junto a mi mujer, que a mi lado dormía como un enorme pájaro al que la noche había sorprendido en su migración hacia el sur. Yo, soñaba en un niño que tenía cabeza de armario, era mi amigo, se reía cuando le pedía que vayamos a jugar fútbol, su risa era el ruido de las puertas. El ladrón, había abierto la puerta de mi habitación. Se percató de que soñaba en un sueño, y de que mi mujer dormía como una golondrina gigante junto a mi. Yo en plena cancha jugando con el cabeza de armario, que ganaba todas las pelotas por alto. Le decía: en los córners tienes que subir, y él respondía: no loco, después quién se queda atrás, no puedo regresar tan rápido. Rápidamente el ladrón cerró la puerta, bajó a la sala; allí sacó un bolso en el que cabían el refrigerador, la televisión, mi máquina de escribir y, sobre todo, la bicicleta de mi hija. Pero cuando estuvo frente al televisor, inteligentemente, decidió comprobar su funcionamiento, lo encendió justo cuando en la pantalla aparecía Woody Allen en La rosa púrpura del Cairo. Yo le mandaba al cairo al cabeza de armario, por su culpa nos hicieron el primer gol, el partido se nos estaba poniendo cuesta arriba y, abajo, el ladrón, matándose de la risa, viendo la televisión pero se dio cuenta de que hacía mucha bulla, así que se tapó la boca con las manos y siguió riéndose con la boca tapada. Mano en el área, yo voy le dije al cabeza de armario. Coloqué la pelota en su sitio y la pateé con fuerza, con fe, la pelota en su vuelo de golondrina, se anidó en un costado del arco, volviendo la sonrisa al rostro del cabeza de armario, mientras Woody ponía cara de estúpido porque no comprendía lo que pasaba en su película, el personaje salía de la pantalla y le hablaba. Mi mujer, como un montoncito de plumas durmiendo a mi lado con las alas desplegadas, una pelota despejada al vacío a la que llego rompiendo la trampa del ofside y empalmo un balazo que pega en el horizontal, el cabeza de armario entusiasmado grita: ¡Esa es Madrid! ¡Esa es! El ladrón con la sonrisa en las manos, acerca una silla y se sienta a mirar la película. Mi mujer sueña que es un hermoso pájaro que sale volando por la ventana; yo, casi agotado porque a los tiempos que juego, me aproximo al cabeza de armario que sudoroso abre sus puertas y juntos vamos hacia las duchas. Mi mujer vuela por el cielo del barrio enterándose de lo que pasa en cada una de las casas. Siento un chorro de agua que me calma, y al mismo tiempo, me despierta con sed. Enciendo la luz, veo que mi mujer duerme, dulcemente, agarrada de su plumón. Me dirijo a la cocina, al atravesar la sala, el ladrón se pone en guardia, y me dice: deberías seguir durmiendo. Respondo: y usted no debería entrar en las casas a esta hora a ver televisión,  él responde: es verdad, yo debería estar robando pero la película está tan entretenida que me olvidé a lo que vine, y me invita a sentar. Woody Allen parece estar enamorado de su personaje. ¡Ah! digo: es La rosa púrpura del Cairo, siempre pasan buenas películas a esta hora. Fíjate que no sabía me dice, el ladrón, amigablemente. Así es le digo. Creo que están pasando un ciclo de Woody Allen; ayer dieron Días de radio. Si es así tendré que cambiar de horario dice. Ya lo creo, digo, porque parece muy estúpido que se siente a mirar la televisión cuando debería estar robando. Lo que pasa es que esperaba un comercial pero a esta hora no han sabido pasar. Pues me admira que un ladrón tan instruido no sepa, digo. Bueno, dice, fíjate que no, como la televisión es una porquería, nunca imaginé que las buenas películas pasen en esta hora y sin cortes comerciales. Ahora, ya lo sabe, dije, así que lárguese de mi casa. ¡Ehpa! Dijo, no te parece absurdo que me vaya con las manos vacías. De ninguna manera, le dije, se va llevando el conocimiento que las buenas películas pasan en la madrugada, no cree que es suficiente. Sí,  claro, dijo, pero a quién le sirve, cómo puedo llegar donde mi mujer con el bolso vacío. Ese es su problema, le dije, nunca he visto un ladrón tan torpe. Así hablábamos hasta que mi mujer llegó volando, se posó en el espaldar del sillón, y empezó a gritar como lora: ¡qué pasa! ¡qué pasa! El ladrón, extrañado de ver su plumaje, dijo: nada, que en vez de entrar a robar, he llegado a ver la película. ¡Ah! Exclamó mi mujer, mirando hacia el televisor, es La rosa púrpura del Cairo. ¡Buena película! Y se pusieron a conversar sobre cine, directores y actores, hasta que amaneció y apareció mi hija en pijama trayendo una hermosa rosa azul metálica que la entregó al ladrón diciéndole: la he cortado para ti, porque escuché que te gusta mucho La rosa púrpura del Cairo. El ladrón, casi abochornado, la tomó con una sonrisa, se puso en pies y dijo: es hora de que me marche, estoy empezando a tener sueño. Pues lárguese, le dije, recogiendo su funda que la lancé al rostro. El ladrón, abrió de nuevo la puerta y salió. Iba pensando como el personaje salía de la pantalla y conversaba con Allen. Se preguntaba: ¿habrá películas, en las que después de robar, uno pueda salir de la pantalla y confundirse entre el público? Caminaba con sus zapatillas que a la luz del día eran rojas como dos tomates. De pronto, un perro empezó a ladrarle empecinadamente, se acordó que en uno de sus bolsillos llevaba comida para entretenerlos pero cuando iba a echársela, el perro se paró firmemente y dijo: ¡Qué! ¿No te das cuenta de que soy un perro policía? El ladrón, cabizbajo, tomó otro poco de comida y le lanzó, el perro atrapándola en el aire y moviendo la cola se marchó. ¡Qué película más buena! Que uno pueda entrar por la pantalla a la casa de Hudson, de Stallone y robarles todo, incluso sus aficiones sexuales, seguía pensando mientras salía de la ciudad y se internaba en uno de esos barrios marginales. Vio que un pájaro volaba y se acordó de mi mujer, entró por un callejón donde un borracho al pasar por su lado, botella en mano le saludó: ¡Hola Carlos! Sírvete un trago.  El ladrón, se llama Carlos, o más conocido como Carlangas el mago, el que al ingresar en una casa desaparece con todo. Nuevamente un perro se cruza, el ladrón exclama: ¡Oh! Un perro, y sigue. En la casa de la esquina un hombre arde en fiebre. El ladrón observa que dos niños han hecho un círculo en el suelo y juegan lanzando bolas, el uno le dice al otro ¡Estás muerto! Y el otro responde ¡Mentira! Recogiendo su bola del círculo. El hombre de la casa esquinera está enfermo. El ladrón pasa por su casa y no sabe que adentro un hombre se muere. Llega a una puerta negra e ingresa. En el interior, su mujer todavía en la cama, como una gallina empollando, se sobresalta al mirar al ladrón exhibiendo su bolso vacío, la gallina le abraza y le dice no importa. Agotado se tiende sobre la cama, enciende el televisor y queda profundamente dormido.

Edwin Madrid (Quito, 1961). Publicó los libros: Todos los Madrid, el otro Madrid (España, 2016), Mordendo ofrio (Portugal, 2016), Au Sud de l´equateur (Francia 2016), Pavo muerto para el amor (Argentina, 2012), Lactitud cero° (Colombia, 2005),  Mordiendo el frío (España, 2004), Puertas abiertas (Ecuador, 2001), Open Doors (U.S.A., 2000),Tentación del otro (Ecuador, 1995), Tambor sagrado y otros poemas (Ecuador, 1995), Caballos e iguanas (Ecuador, 1993), Celebriedad (Ecuador, 1992), Enamorado de un fantasma (Ecuador, 1990), ¡OH! Muerte de pequeños senos de oro (Ecuador, 1987). Tiene las antologías: Pararrayos (España, 2012), Mordiendo el frío y otros poemas (Cuba, 2010), Mordiendo el frío y otros poemas (Ecuador, 2009) y La búsqueda incesante (México, 2006). El 2004, en Madrid, recibió el Premio Casa de América de Poesía Americana, también alcanzó el Premio Único de Poesía Ministerio de Cultura y Patrimonio 2013, por su libro Al Sur del ecuador, el Premio Escritores Ecuatorianos de los 90, entre otros. Sus poemas aparecen en varias antologías de la poesía contemporánea hispanoamericana: Jinetes en el aire (RIL Editores, 2011), Poesía latinoamericana hoy (Ediciones fósforo, 2011), Cuerpo Plural (Pre-Textos, 2010), Our Own Words: A Generation Defining Itself (MW Enterprises, 2010), Un país imaginario (Ruido Blanco, 2011), Una alegre gravedad (Difácil, 2007), ZurDos (Paradiso, 2004), El turno y la transición (Siglo XXI editores, 1997). Tiene traducciones al árabe, inglés, portugués, alemán, francés e italiano. Ha sido invitado por las universidades de Cincinnati, Zûrich, Viena, Granada y realizado lecturas de poesía en Latinoamérica, Estados Unidos y Europa. En el 2011 fue escritor residente en la mítica MEET de Saint-Nazaire, Francia.
Editor de Poesía completa, español/ inglés, de Jorge Carrera Andrade (2003), compiló la Antología poesía ecuatoriana del Siglo XX (2007).  Se desempeña como director de los Talleres de Escritura Creativa de la Casa de la Cultura Ecuatoriana en Quito. Dirige la colección de poesía de la editorial Ediciones de la Línea Imaginaria.

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